Toda persona que haga uso de la palabra, debe tener su voz impostada, es decir, colocada correctamente.
Impostar es fijar la voz en las cuerdas vocales para emitir el sonido en su plenitud. Cuando no lo está, se habla con esfuerzo y se producen trastornos que es lo que queremos evitar.
Hablar con la voz impostada es hablar sin esfuerzo, con naturalidad, aprovechando al máximo las condiciones fisiológicas del aparato de fonación.
La impostación de la voz consiste en apoyarla en la base de la caja toráxica, respirando de manera que descienda a la tráquea, el aire salga con libertad y produzca los sonidos con amplitud y en su mejor calidad.
Esto requiere una educación especial que suele estar a cargo de médicos foniatras, profesores u especialistas. Sólo así conseguirá el orador colocar su voz en un tono natural para mantener la palabra, por mas tiempo sin fatigarse y matizarla con amplitud, en su grado óptimo.
En este Blog se proponen una serie de ejercicios sencillos para practicar lo aprendido.
Comenzaremos con el calentamiento de los 15 min propuesto ayer en el Blog: https://arteixorientacion.blogspot.com/2020/04/calentamiento-para-una-buena-higiene.html
Después haremos 3 ejercicios sencillos:
alammmm alommmm alummmm alemmm alimmm
olammm olommmm olummmm olemmmm olimmmm
ulammmm ulommmm ulummmmm ulemmmm ulimmm
elammmm elommmm elummm elemmmm elimmmmm
2- Leemos frases interrogativas enfatizándolas (se pueden hacer frases más largas a me medida que vamos practicando. Debemos coger aire por la nariz antes de comenzar la fonación)
¿Qué haces mañana?
¿Cuándo empiezan las vacaciones?
¿Por qué no llamaste ayer?
¿Quiénes han abierto esta puerta?
¿Quiénes son estos señores?
¿Dónde has comprado ese traje?
¿Vas a regresar temprano?
¿yo te di mi dirección de correo?
¿viste la última película de harry potter?
En el campo vivían una liebre y una tortuga. La liebre era muy veloz y se pasaba el día correteando de aquí para allá, mientras que la tortuga caminaba siempre con aspecto cansado, pues no en vano tenía que soportar el peso de su gran caparazón.
A la liebre le hacía mucha gracia ver a la tortuga arrastrando sus gordas patas, mientras que a ella le bastaba un pequeño impulso para brincar con agilidad. Cuando se cruzaban, la liebre se reía de ella y solía hacer comentarios burlones que por supuesto, a la tortuga no le parecían nada bien.
→FIN←
No hay comentarios:
Publicar un comentario